La presencia y su complejidad

Pase de ser familia de dos a familia de cuatro en estos días. Dinámicas y complejidades con las que no había convivido antes. La presencia de dos pequeños más en mi familia me está dando las más lindas lecciones. Una de ellas y quizá la que me hace admirar más el rol materno es la presencia que requieren los pequeños. Son tres seres con emociones y necesidades distintas, pasan de un momento a otro de estar felices a estar furiosos, se aman y se “odian”, se apoyan y se ponen el pie, se acompañan y se distancian… en mi familia de dos es más fácil entender qué pasa, qué provocó determinada emoción, que salió mal, que faltó, y de todas maneras es sumamente complejo y a veces entiendo todo al revés. En esta nueva composición si me pierdo un segundo ya no se quien hizo que, porque llora el uno o porque se molestó el otro. Cuando ríen juntos es hermoso no necesito entender nada pero cuando se complica la comunicación que es varias veces en el día, es fácil perder la cabeza, aliarse con alguno, castigar a todos injustamente o tomarlo personal . Si estoy presente puedo ver más allá de lo evidente, observarme, guiar a cada uno en lo que necesita y apoyar en la reparación, pero para eso no puedo cocinar, ni trabajar, ni tener un segundo para mi. Entonces, estar al 100% no es real y seguramente tampoco es sano. Pero pienso en las miles de madres, padres y profesoras que no tienen una comunidad de apoyo, y que a parte son juzgadas por lo que hacen y no hacen. Me reafirmo en el apoyo que necesitan para estar presentes y además cumplir con los tantos otros roles que tienen: esposas, hijas, amigas, estudiantes, cuñadas, vecinas, deportistas…los padres necesitamos estar presentes para apoyar a nuestros hijos, los maestros necesitan estar presentes para apoyar a sus alumnos y crear interacciones sanas. La presencia requiere de estados de calma. Las demandas y los roles pueden desequilibrar la calma y por ende la presencia. Sin embargo hay exigencias y roles que no podemos ignorar. Entonces???? Quizá una sociedad que demanda menos, juzga menos y empodera más, seria la clave para lograr un equilibrio sano tanto en el aula como en el hogar. Además de un camino personal que nos guíe hacia la tranquilidad, de que somos lo suficientemente buenos, ni perfectos ni imperfectos, “good enough”. Y eso es lo que los pequeños necesitan.