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El miedo

  • elusvirtual
  • Feb 27
  • 2 min read

Updated: Mar 7

El miedo es una emoción poderosa que puede contagiarse de padres a hijos con facilidad. Cuando los padres experimentan ansiedad o temor, estos sentimientos pueden transmitirse a sus hijos, quienes son muy sensibles a las emociones de los adultos que les rodean. Esto ocurre porque los niños tienden a observar y absorber las respuestas emocionales de sus padres, interpretando el miedo como una señal de peligro. Si no nos hacemos cargo de nuestros propios miedos, podemos sin querer crear un entorno de inseguridad que limite el desarrollo emocional y la resiliencia de nuestros hijos.

Con frecuencia, el control y la rapidez son comportamientos que emergen del miedo. Al sentir miedo, es natural que busquemos controlar lo que nos rodea en un intento de reducir la incertidumbre. Esto puede manifestarse en un enfoque rígido en la ejecución de tareas o en la planificación exhaustiva de actividades. La rapidez en la toma de decisiones y en las acciones puede resultar de la necesidad de escapar del miedo, conduciendo a un ciclo donde la ansiedad se incrementa, afectando no solo a los adultos sino también a los niños que ven cómo sus padres navegan por esta respuesta emocional.

Para romper este ciclo, es fundamental verbalizar el miedo. Al hacerlo, no solo otorgamos claridad a nuestros hijos, sino que también les brindamos una comprensión más profunda de las emociones humanas. Cuando los niños escuchan a sus padres nombrar y discutir el miedo, pueden empezar a verlo como una experiencia comprensible y normal, en lugar de algo aterrador. Esta claridad puede liberarlos de la posibilidad de contagiarse del miedo, permitiéndoles desarrollar su propia capacidad para gestionarlo.

La invitación es a ir poco a poco accediendo a la valentía necesaria para recibir el caos desde un lugar de calma. Entender que el caos es una parte ineludible de la vida nos da la oportunidad de enseñar a nuestros hijos a navegarlo. Estar en calma no significa evitar el caos, sino saber transitarlo con confianza y autenticidad. 

Al modelar esta respuesta, no solo nos hacemos cargo de nuestros miedos, sino que también preparamos a nuestros hijos para enfrentar el mundo con valentía y resiliencia. De esta manera, transformamos el miedo en una experiencia compartida y, al mismo tiempo, cultivamos un ambiente donde la calma y la claridad pueden prosperar.


 
 
 

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